lunes, 25 de octubre de 2010

Hikkikomori

Hikikomori  – Sola en la multitud

Sin fuerzas ya, sin llanto. Sin ojos llorosos ni miradas tristes a través de la ventana.

He tapado los cristales de mi ventana con tela negra para no ver el exterior por miedo a que el exterior me pueda ver a mí. No puedo más, no sé dónde esconderme.

Lo único que me acompaña todas las largas horas son las paredes, éstas paredes tan blancas que siempre han estado allí. Estas paredes ahora desnudas que antes habían estado plagadas de fotos, de posters. Posters asesinos que me miraban con reproche, que me exigían cosas de las que no me siento capaz.

Miradas de hombres y de mujeres que habían sido mis ídolos, aquellos a los que me había querido parecer y que, sin embargo, hasta la más dulce mirada suya  me lo reprochaba todo. Ahora, sin embargo, con las frías y dulces blanquecinas paredes me he sentido un poco más fuerte.

Sólo lo suficientemente fuerte para salir de mi habitación por primera vez en varios meses y caminar descalza por mi casa cuando mis padres duermen.

Salgo a la terraza y contemplo la ciudad de Tokio con temor. La noche me cobija, ella es mi aliada. Las luces parpadeantes de las farolas me hacen daño a los ojos, pero mi piel agradece el contacto con el tibio viento fresco.

No sé si algún día volveré a salir. Mi corazón derrama sangre mientras una tristeza intensa se cobija en él.

No sirvo para nada, me han dicho tantas veces. Tantas veces que he terminado por creérmelo. A mis padres les da igual que no salga de mi cuarto, mi madre se limita a dejarme una bandeja con la cena en la puerta y a recogerla al día siguiente para repetir el mismo proceso por la noche.

Hace mucho tiempo que no veo a nadie, ninguna silueta humana se cruza conmigo. Pero hace aún más tiempo que no me atrevo a levantar la mirada del suelo para enfrentarme a los ojos de otra gente.
Estoy sola, sola entre una multitud que me aplasta y me empuja. Y me han empujado tanto que mis piernas no quieren responder.

Vuelvo a mi cuarto y abro el armario. Sin saber por qué, cojo una chaqueta oscura, la más oscura que encuentro y me la pongo, con miedo. Hace meses que no me pongo una chaqueta porque no la necesito dentro de mis paredes blancas. De mi protección de paredes blancas. Ahora, ni la más pura blancura podrá protegerme.

Cojo las llaves de mi casa y dinero. Mucho dinero, de hecho. Todos mis ahorros para ser exactos. Y, tras un suspiro, salgo de mi casa.

Despacio y muy lentamente. Es de noche y no quiero encender ninguna luz. No quiero que nada descubra mi lugar, mi paradero. No quiero encontrarme a nadie, porque nadie quiere encontrarse conmigo.

Salgo de mi edificio y un frío intenso se apodera de mí. A pesar de todo, a pesar de la noche cerrada, de las luces parpadeantes de las farolas y de mi corazón sangrante que grita por volver a entrar, sigo mi camino. Poco a poco mis piernas vuelven a tener fuerza. Poco a poco recupero de mi memoria perdida las rutas oportunas para recorrer la ciudad sin toparme con nadie, por callejones oscuros y muchas veces siniestros.

Acabo delante de un edificio de una planta, ambientado en el estilo oriental de principios del siglo pasado. Los farolillos de papel iluminan un cartel que reza “karaoke”, mi destino. Entro en él y sin que la dependienta me mire mucho me alquila por unas pocas monedas una habitación para mí sola.

Tampoco a ella me atrevo a mirarla a la cara a pesar de ser amable. Cordial, amable y sumisa, como exigen todos.  En toda nuestra conversación no levanto la vista del suelo, y para cuando entro en la sala que he alquilado mi corazón vuelve a llorar sangre.

Cierro la puerta corredera y me apoyo en ella sin hacer ruido. Nunca hago ruido, debo ser silenciosa como un conejito, nunca debo incordiar, molestar, ni siquiera respirar. Como la soledad que me rodea, debo ser invisible.

Camino por entre las mesas vacías e imagino que están llenas. Las saludo con la cabeza, hago reverencias a los señores más importantes que me han acompañado hasta aquí y por primera vez en mucho tiempo me siento bien. Ésta gente no me señala con el dedo, no me exige nada. Parece que ésta gente no me reprocha ni me piden que sea perfecta. En mis sueños, todo aquel que me rodea me quiere por como soy. En mis sueños, yo dejo de ser un número más en una lista cualquiera y paso a ser alguien importante para la gente que para mí es importante.

Llego hasta el pequeño escenario de madera que se levanta apenas unos palmos en el que hay una televisión, un equipo de música y un micrófono. Lo enciendo y preparo todo como había hecho hacía años en los que venía a este mismo sitio con mis compañeros de clase.  Con mis antiguos compañeros de clase, pienso, aquellos mismos que luego me destrozaron la vida entre otras muchas personas.

Finalmente y tras muchos suspiros indecisos, decido ponerla. La canción, mi canción, aquella que no he tenido aún el valor de volver a escuchar en todo este tiempo pero que me sé de memoria y canto mentalmente a todas horas. Aunque sé que no debo hacerlo, no puedo evitarlo. Aunque sé que es un tormento hacerlo, no puedo evitarlo; y no puedo evitarlo porque en el fondo sé que ese es mi problema.

Cojo el micrófono, indecisa, mientras suenan los primeros acordes de la canción Endless Rain, del grupo X-Japan. Me duele, me duele esa melodía. Me taladran esos suaves acordes, bellos como ninguno, que me atrapan en una espiral de la que no puedo salir.

El cantante comienza a cantar antes de que yo haya cogido fuerza para acompañarle. Me agarro el pecho sintiendo que voy a estallar, sintiendo como todos estos meses de soledad intensa hacen mella y me destrozan

LLUVIA SIN FIN    *


Caminando en la lluvia
mi cuerpo queda empapado por el dolor.
Allí me encuentro en la soledad.
Sólo mátame
o déjame vagar hasta que pueda olvidar este odio.

Para mí dormir es una confusión
donde mi corazón se desploma suavemente.
El amor fluye sacudiendo mi cuerpo.
Como las rosas de mis recuerdos
guardo tu amor dentro de mí.

Lluvia sin fin... cae en mi corazón, en éste corazón herido.
Déjame olvidar todo el odio, toda la tristeza.


Mis piernas vuelven a fallar, mis tobillos pierden fuerza y mi alma me desquebraja a cada sílaba. Pronto me encuentro sentada en el suelo, agarrándome las rodillas con fuerza mientras sollozo con más intensidad. El micrófono resbala desde mi regazo hasta el suelo y se queda allí, sin fuerzas como yo, desamparado y triste sin nadie que lo recoja.

Días de alegría y días de tristeza pasan lentamente,
mientras intento retenerte te desvaneces ante mí.
Eres como una ilusión.
Cuando despierto mis lagrimas se han secado en las arenas de los sueños;
soy una rosa floreciendo en el desierto.

En un sueño estoy junto a ti;
sujétame cálidamente en tus brazos

Lluvia sin fin...cae en mi corazón, en este corazón herido.
Déjame olvidar todo el odio, toda la tristeza.

Despierto de mi sueño:
no puedo encontrar mi camino sin ti.

El sueño ha terminado.
No puedo oír más tus palabras gentiles.
Cuando despierto por la mañana
mis recuerdos reproducen mis sueños.
Hasta que pueda olvidar éste odio

Lluvia sin fin... cae en mi corazón, en este corazón herido.
Déjame olvidar todo el odio, toda la tristeza.

Lluvia sin fin… déjame estar una vez más en tu corazón,
deja a mi corazón meterse en tus lagrimas, meterse en tus recuerdos...


-Por favor… por favor… -susurro.








*Traducido del japonés y el ingles







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Esto es de hace... tres años, en uno de mis arranques a escuchar grupos japoneses. Lo leo ahora y me parece bastante cutrillo, pero como le tengo mucho cariño y lo que es la idea me gusta, no lo he cambiado.

2 comentarios:

  1. Oh, en lo personal a mi me parece bastante bien aunque suena un tanto extraño la forma en que sale, me parece un poquito simple esa parte, pero me gusto bastante tu relato.

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  2. Hmm... Cierto, Mr Anónimo, la forma de salir es realmente... rápida y un poco tonta.
    Lo que intenté expresar en esa situación es el sentimiento de estar en una burbuja o en un sueño, como cuando estás a punto de desmayarte (no sé si te habrás desmayado alguna vez, Mr Anónimo, pero es una sensación realmente difícil de explicar).

    Se ve que no lo conseguí, por lo que agradezco muchísimo tu tiempo empleado en leerlo y comentarlo. Prometo revisarlo de aquí a un par de días y subir el cuento de nuevo corregido.

    Me encantan las críticas constructivas como ésta. Gracias!

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