domingo, 4 de septiembre de 2011

Duele...




Noto que me ahogo. El aire no llega a mis pulmones, que poco a poco empiezas a sufrir contracciones, intentando sacar de mi cuerpo ese oxígeno que necesito pero no tengo. Dolor… dolor… un frío empieza a recorrer toda mi figura, empezando por el pecho  y acabando en los dedos de los pies. El frio se transforma rápidamente en calor y me siento como si estuviera en medio del infierno. Cierro los ojos y trato de llegar a la superficie. Mi último aliento. La bombona de oxígeno demuestra, burlona, que se ha quedado vacía antes de lo previsto. El marcador señala que aún queda una tercera parte, pero no hay más aire que salga desde dentro.
Escupo el respirador con rabia y dejo caer la botella. El peso de ésta se resta al de mi cuerpo y me siento algo más ligero, pero no lo suficiente para poder llegar  a la superficie. En medio del océano, a varias decenas de metros, todo a tu alrededor se vuelve de color negro. Lo único que me separa de la negrura que me rodea es una débil linterna submarina, pero… ¿dónde está el arriba?
Duele. Los pulmones vacíos me duelen tanto que me los arrancaría y los tiraría lejos de mí. En un acto reflejo, mi cuerpo traga agua en busca de aire, de oxígeno, de lo que sea. Sólo encuentra sal, y mis pulmones ardientes se ven ligeramente calmados por el líquido que se aloja en ellos. Toso, trago y vuelvo a toser. Todo está oscuro.
Se me cae la linterna. Veo que cae hacia mi arriba, lo que significa que estoy boca abajo.
Duele,
duele,
duele,
duel…
due…
du…

3 comentarios:

  1. Es bueno. Sin duda una de las muertes mas horribles que hay.

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  2. Muy, muy triste. Más que triste... agónico.
    Me gusta mucho.

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  3. genial! me encanta el buceo,asi que esto me resulta aun mejor ! :D

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