Desde hace unas semanas todo lo que me rodea huele a muerte, a suciedad y a grasa putrefacta. Y no es sólo la isla en general la que contamina el ambiente con su olor, sino que ya se ha alojado en nuestra piel, en nuestro pelo y en nuestra ropa. La peste, tan nauseabunda se mete por la nariz hasta las entrañas y parece calar incluso en los huesos.
Por suerte, ya hace días que no vomito ni lo necesito. El ser humano es capaz de adaptarse hasta a los cambios más bruscos. En mi caso, ya ha desactivado el sentido del olfato.
Ya no me queda nada más que una grabadora que conseguí rescatar de una de las múltiples tiendas antes de que se incinerara y un montón de cintas de audio vírgenes dispuestas a ser llenadas con historias, para contarle al mundo lo que han vivido muchos de los supervivientes de mi campamento y que, como a mí, no les queda nada de lo que antes había abundado en su vida.
Aunque lo intentemos, no creo que nada vuelva a la normalidad. Aquí intentamos pasar los días como si fuera simplemente un campamento de verano, intentando seguir con la vida diaria, dudo que lo consigamos. Por mucho que nos esforcemos, no debemos olvidar que ellos son muchos más.
No sabemos nada del mundo exterior, no sabemos qué diablos ha pasado desde hace semanas… y dudo que lleguemos a saber algo de lo que ocurra fuera de las Cañadas.
Giro la cabeza y me fijo en la entrada de la tienda. Desde ahí consigo observar como un grupo de niños pasa corriendo ruidosamente enfrente de ésta. Hace días que no oigo una risa. Todo es tan… deprimente.
Tengo una entrevista concertada con el único medico que ha aceptado concedérmela: los altos cargos están demasiado ocupados para pensar en el tee se va apoderando de la población civil. Llevamos mucho tiempo sin tener comunicados de ningún tipo, si exceptuamos los que nos dan todas las mañanas sobre las horas de comida y las actividades organizadas para ese die nos informa de lo que ha pasadoexactamente. Todos tenemos miedo, estamos aterrados. Aunque a ninguno de nosotros nos guste admitirlo, estamos hechos polvo: los asmáticos apenas pueden sobrevivir en este sitio tan frio y tan lleno de arena silbante que con sólo pestañear te puedes morir de dolor. Los psicólogos que quedan no dan abasto con los casos más graves, pero aún así siguen trabajando.
Es mi deber, por tanto, informar a la población de lo ocurrido. Necesito dejar constancia de todo, aunque el departamento de información que ha sido organizado con periodistas que han logrado sobrevivir no quiera que lo haga. ¿Acaso tener una titulación es algo tan indispensable como me quieren hacer creer?
En este campamento todas las personas están divididas de forma casi obsesiva en departamentos: sanidad, construcción, alimentación… gente como yo tan sólo es considerada un estorbo para la sociedad
Hemos vuelto a la edad de piedra y parece que nos hemos olvidado de cómo vivíamos en la época en la que ni la televisión ni el ordenador entraban por un cable en nuestra casa.
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Este era el comienzo de "Guerra Contra los Muertos Vivientes", que hace ya año y pico comenzamos Yarko y yo. Aquí pueden seguir la novela, aunque no está terminada aún.
No sabes cuánto me alegro a que hayas decidido a colgarla también por aquí. A ver cuándo la continuáis.
ResponderEliminarComo ya sabes, considero que está muy bien aunque va pidiendo un final.
Enhorabuena.
Soy lunita91
ResponderEliminarya me pondré a leer las entradas y demás, de momento te firmo y te sigo.