El animal anduvo entre las sombras de la montaña, consciente de que sus enemigos le rodeaban desde todos los ángulos. Si daba un paso en falso se darían cuenta de que estaba allí e irían a atacarle. Todos a la vez. En aquella guerra no había aliados, ni siquiera había unas normas básicas: tan solo había que sobrevivir y matar la mayor cantidad de engendros posibles.
Tenía que ser lento, tenía que ser rápido. Tenía que ser más astuto que el resto para poder cogerles desprevenidos, pero a la vez moverse de su escondite le haría ponerse a tiro para un cazador más experimentado que él.
No sabía qué hacer, así que hizo lo único que podía y sabía: seguir sus instintos. Dejó que sus garras le llevaran por donde su olfato sabía que había alguien. Y así, entrando por un túnel, lo vio.
Un ser humano, un militar escondido en una sombra que apenas servía para ocultar su cuerpo. En ese momento vigilaba la entrada contraria a donde había entrado el animal, sabiendo –o quizá sin saberlo –que su escondite no era el ideal.
El animal anduvo por la pared contra la que estaba apoyado el militar, en silencio. Ver a su presa le había hecho comenzar a salivar, tensando sus músculos a la espera de estar lo suficientemente cerca para saltar y arrancarle la vida de un zarpazo. Le angustiaba ese momento, el momento en el que sabía que estaba lo suficientemente cerca como para ser descubierto, pero aún demasiado lejos para iniciar su ataque mortal.
En unos pocos segundos se descolgó del techo donde estaba el soldado, a apenas medio metro de su cabeza. Le observó la nuca y contó hasta cinco. Le divirtió ver como el humano, cargado con una escopeta, giraba de un lado a otro apuntando las dos salidas del túnel donde se encontraban sin percatarse ni un momento de que la muerte estaba encima de él. Se le notaba preocupado, con miedo, y esto le hizo muchísima gracia. Por momentos como el que estaba viviendo en ese momento, merecía la pena seguir con la cacería.
Se aburrió de jugar al juego del ratón y el gato y descolgó su rabo. Con un solo movimiento, empaló al humano de abajo arriba y contempló como la sangre salía en borbotones de las heridas…
-¡Jodido alien! –gritó Marcos frente a la pantalla del ordenador -. ¿Cómo coño llegaste hasta ahí sin que te viera? Sí que es bueno el cabrón…
Mi pequeña aportación sobre el juego Alien vs. Predator, juego por otra parte muy entretenido (soy incapaz de manejarlo, me limito a ver jugar y aterrorizarme lol). Lo escribí como regalo, así que dedicado a Yarko
En verdad me ha gustado que prefirieses relatar esta historia desde otro punto de vista (malditos sean los humanos) y la verdad es que el efecto final, con la entrada del diálogo, no está nada, nada mal. ¡Felicitaciones!
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