martes, 19 de abril de 2011

Receta: Anorexia



Receta: Anorexia

Ingredientes:
1 Taza de Bajo Autoestima
2 Tazas de Auto-Control
3/4 Taza de Determinación
1 1/2 Tazas de Fuerza
2/3 Taza de Afán
2 Cucharaditas de Rutina
3 Cucharaditas de Secretos y Mentiras
3 Cucharaditas de Culpa
Una pizca de Rabia
Y 1/2 taza de lagrimas (opcional)

Preparación:
Combine todos los ingredientes en un alma frágil.
Mezcle hasta que toda la culpa se haya ido.
Sírvase en un plato pequeño con un vaso de Refresco Dietético.


Sección de blogs a favor de la anorexi
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Querido diario:
Hoy hace tres años exactos que vomité por primera vez.
Recuerdo que en los primeros meses era algo fantástico: me sentía fuerte, independiente, mayor. Por aquel entonces, los dolores de cabeza no estaban asociados a mi nombre, como parece que lo están ahora. Recuerdo que hasta esos días mi pelo era brillante, mis uñas largas y fuertes y mi corazón brincaba de alegría dentro de mi pecho. Miro ahora hacia atrás y veo como mi vida era perfecta, o por lo menos más perfecta de lo que es hoy en día.
Ahora, todo es distinto.
Si empiezo a enumerar todo lo que he perdido, casi podría decir que todo mi mundo y a todos los que estaban en él. Cuando te niegas cada vez más a hacer una vida social normal, es lo que pasa: tus amigos y conocidos se acaban cansando de ti. ¿Para qué sirve tener a una amiga a la que sólo le preocupa quemar más calorías de las que come y que sólo habla de dietas? Les entiendo perfectamente, probablemente yo hubiera hecho lo mismo en otra situación.
La única amiga que me queda es Juliana, aunque tampoco es la misma amistad que teníamos antes. Cada cierto tiempo viene a mi casa e intenta sacarme a dar una vuelta, cosa que siempre agradezco pero normalmente nunca acepto. ¿Por qué?
Me da miedo el mundo exterior por todo lo que he pasado en él.
Es curioso como tus prioridades pueden cambiar tan radicalmente en tan poco tiempo. Las mías, por ejemplo, han cambiado un par de veces en estos últimos dos años, dando siempre giros de 180 grados y volviéndose contrarias de un día para otro.
Recuerdo que, antes de empezar a vomitar y dejar de comer, lo que quería era un cuerpo delgado como los que veía en las revistas y por la televisión. Quería tener una cintura y unos glúteos tan perfectos como los que salían por los medios… sin darme cuenta de que la solución no es dejar de meter calorías en mi cuerpo. Éste, el camino que he escogido yo, solo es creí un atajo. Pero ha resultado ser un atajo hacia la muerte
Luego, cuando ya llevaba más de trece meses con la enfermedad, empecé a volver a cambiar de nuevo mis prioridades: quería volver a ser tan feliz como había sido antes. Cuando pesaba diez kilos más, y aunque en ese momento yo pensara en lo desdichada que me sentía, era realmente feliz: tenía amigos, tenía una familia que me quería, tenía incluso un novio… ¿Ahora qué tengo? ¿Hambre? ¿Obsesión?
Nada de lo que me queda ahora merece la pena el sufrimiento que estoy pasando.
Porque me siento cansada, me siento apática. Me siento como si cargara una mochila de tres veces mi peso y no pudiera dar ni un solo paso más. Estoy caminando sobre un precipicio que se extiende a mis lados del que no puedo salir yo sola.
Es cierto que el psicólogo me ha ayudado muchísimo en todo este tiempo. Me ha enseñado a afrontar mi enfermedad (porque esto es una ENFERMEDAD, una distorsión de la realidad que nos hace vernos gordas) y me ha enseñado trucos para frenar la ansiedad que me domina día sí y día también.
El nutricionista también me ha ayudado mucho desde que le visito: discutimos la dieta que vaya a llevar cada día y mediante sus palabras comprendo que no todo en la vida es la belleza exterior. Intentando conseguir una belleza exterior que yo veía perfecta, prácticamente he asesinado la belleza interior que antes poseía.
Mi nutricionista es buen hombre, me comprende dentro de unos límites. Nunca me obliga a comer nada, tan sólo me da consejos y me amenaza con que me internará de nuevo en el hospital si vuelvo a bajar de los treinta y ocho kilos. Sé que lo hace con la intensión de que, con el miedo de volver al hospital, me controle. Y lo consigue, que eso es lo mejor.
No quiero volver a estar interna. Sentir como un tubo se me mete por la garganta hasta tus pulmones para ayudarte a respirar es algo que no quiero volver a repetir en mi vida. Los médicos me han contado que, por la mala alimentación que tengo, mi cuerpo casi parece el de una anciana de sesenta años. Y verás, querido diario, que te diga eso un joven y apuesto médico hace que se te caiga la cara de vergüenza.
El cardiólogo me ha dicho que, de seguir así, seguramente moriré joven de un ataque al corazón. Mi corazón, al parecer, no tiene energía suficiente para latir al ritmo que mi cuerpo necesita: si no alimentas un órgano, este órgano no tiene energía para seguir funcionando. Me  pasará lo mismo con los riñones, el hígado y el páncreas, me han dicho.



¿Realmente sabía que me enfrentaría a todo esto cuando empecé? ¿Hubiera empezado de saber todas las complicaciones que la anorexia y la bulimia atañen? No recuerdo si sabía todas estas cosas, pero probablemente si las supe. ¿Por qué empecé aún así?
Nunca creí que llegaría a esta situación. Todo comenzó con una dieta “voy a bajar hasta pesar sesenta kilos”. Cuando llegué a los sesenta y vi lo rápido que había sido, me propuse otro reto: voy a bajar hasta los cincuenta y cinco. Y cuando lo logré, quise pesar cincuenta y dos.
Y así sucesivamente hasta hoy en día: mido 1’72 m y peso cuarenta y ocho kilos. Y lo peor de todo es que si el nutricionista no me tuviera amenazada con que si volvía a los cuarenta y cinco me volvía a internar, probablemente siguiera bajando de peso.
¿Por qué sigo insistiendo en continuar con esta carrera de locos que sólo me llevará a la muerte? No lo sé. Conscientemente, sé que estoy loca y que no hablo yo sino que habla la enfermedad. Cuando pienso en el futuro, no me veo en él.
Pero quiero cambiar. Creo realmente que puedo hacerlo, pero sin autoestima no se puede conseguir.
Tengo tantas y tantas dudas… No sé qué será de mí, ni qué será de mi familia. Sé que mi familia está sufriendo lo mismo o más de lo que estoy sufriendo yo, y eso me apena tanto que se me encoge mi dolorido corazón.
Me he fijado que esta entrada de diario podría titularse “recuerdo”. Era precisamente lo que pretendía, hacer un seguimiento de todo lo que me ha pasado y todo lo que he sentido en estos tres años.
Después de tres años de intensa enfermedad, querido diario, prometo que a partir de hoy voy a empezar a mejorar. Te tengo a ti para aprender de mis errores a partir de ahora y no volver a cometerlos. Tengo a Juliana para aferrarme a mi antigua vida y tratar de volver a recuperarla. Y lo más importante: tengo a mi familia, que nunca me ha abandonado. Mi madre sé que estuvo a mi lado todo el tiempo que estuve inconsciente en el hospital, agarrando mi mano para ser la primera en desearme un buen despertar cuando volviera del mundo de los muertos. Y así lo hizo, y recuerdo que cuando la vi, tan ojerosa y despeinada por no haber dormido bien en días, me sentí la mujer más afortunada del mundo.
Porque aunque tenga una enfermedad en mi contra, sé que tengo a mi familia a mi favor.

Tuya para siempre:
Marta



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Para todas aquellas que tengan este problema y quieran salir. ¡Ánimo! No olvidéis que sois hermosas y que tenéis a mucha gente alrededor que os apoya. Creed en vosotras mismas y lo conseguiréis.

3 comentarios:

  1. La pena es que la anorexia ya ha ido desapareciendo de los medios y parece que no existe, cuando en realidad el problema sigue ahí...

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  2. Pero eso es como todo, hasta que vuelva a morir alguna modelo famosa por culpa de inanición, o hasta que vuelva a haber otro fotógrafo que saque un trabajo en contra de la anorexia, como ya ocurrió en Francia http://startonglee.files.wordpress.com/2010/11/anorexia2nu1.jpg

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  3. Gracias a este blog me an echó recapacitar y ayudar a mis amigas

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